lunes, 23 de mayo de 2011

BLOQUE 4--> MI ADAPTACIÓN LITERARIA


Llegando a los últimos días de curso, la profesora Irune, nos contó un cuento llamado Toda clase de pieles. Y nos dijo que basándonos en esa historia, hiciésemos nosotros nuestra propia adaptación de ese cuento. Así que, aquí os dejo mi obra. ¡!A ver si os gusta!!
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Había una vez, en un país muy lejano muy lejano, vivían unos reyes con sus dos hijas Margarita y Paulina un bebé precioso de apenas 4 meses de vida. Los reyes también vivían con la madrina de las niñas, una mujer encantadora,  mayorcita, y toda una dulzura que vivía por y para las niñas. Llevaba en sus vidas desde que Margarita (la mayor) apenas tenía días y siempre había sido muy buena cuidándolas y mostrándolas todo su amor, puesto que para ella, era como sus hijas.
Margarita era una niña de 13 años de edad, preciosa, con el pelo rubio como el oro y su tez blanca como la nieve.  Los cuatro, junto con la madrina,  vivían muy felices, el pueblo adoraba a su monarquía, y todos querían a las pequeñas princesas, puesto que además de guapas, eran muy dulces y simpáticas con todos los habitantes del pueblo.
Un día Margarita pidió permiso para jugar con la pelota por las calles del pueblo y a la madrina no la pareció mala idea, asique la dejó siempre y cuando no se alejase de palacio.
Pero Margarita era una niña muy traviesa y no paraba quieta ni un momento. Estaba jugando por las calles ella sola cuando de repente, la pelota con la que disfrutaba, se le cayó dentro del patio de uno de los vecinos. Pero cuál fue la casualidad, que precisamente, ese vecino, era el peor vecino de toda la comarca. 

Resulta que este hombre, que tenía por nombre Rufus había tenido serios problemas con el rey por temas de comportamiento con los demás vecinos, mala educación… llegando incluso a las manos con el propio rey o con algún habitante. A causa de esto estuvo encerrado en los calabozos muchos años, hasta que el propio rey se apiadó de él y le concedió la libertad, poniéndole como único requisito, que viviese en la última casa del pueblo que era la más alejada  y que evitase el contacto con el resto de la gente del pueblo, porque de lo contrario, su castigo sería la soga.
Rufus juró que tarde o temprano se vengaría, pero nadie le tomo la palabra… hasta este día…


Margarita, al ver que su pelota se colaba en la casa de ese vecino del que ella desconocía toda la historia, se decidió a entrar para recuperarla, pero cuál fue su sorpresa que nada más entrar, la puerta se cerró de golpe a sus espaldas. A Margarita la entró un escalofrío. La casa era oscura, siniestra, llena de polvo y de chismes rotos y sucios.
-     ¿Hola?- preguntó Margarita con la voz temblorosa. He venido a recoger mi pelota, no quiero molestar… ¿hola?- Insistió.
En esto apareció una sombra delante de ella, llevaba puesto una capa raída, su cara estaba manchada de hollín, la barba que le caía estaba despeinada y muy mal cuidada. Vestía con un pantalón oscuro, y una camisa de cuadros oscura también, en los pies, lo que parecían unas botas de goma rotas y llenas de barro… Margarita al ver al hombre que apareció de la nada quiso gritar, pero el miedo la paralizó.
-        No grites niña. No quiero hacerte daño- Dijo entre risas el hombre de negro- Tan sólo quiero que seamos amigos, ¿por qué no te sientas?
Martina retrocedió unos pasos y se negó. Esto le sentó muy mal a Rufus, quién la cogió del brazo y la obligó a sentarse en una de las sillas de lo que parecía, podría ser la cocina.
-        Verás Margarita, ¿Por qué es ese tu nombre verdad? Estado esperando mucho este momento, y por fin a llegado- comenzó a decirle muy altivo.
-        Lo siento señor, yo no le conozco de nada, sólo quería recuperar mi pelota y marcharme, no quería molestarle.- acertó a decir Margarita.
-        Con que quieres tu pelota ¿eh? ¡Pues que pena que se haya pinchado!- Le contestó Rufus señalando la pelota.
                         A Margarita se la abrieron los ojos como platos al ver su pelota pinchada por un punzón.
-        ¿Por qué ha hecho eso? ¿Por qué ha sido tan malo?-  dijo Margarita con lagrimas en los ojos.
El malvado hombre se echó a reír con una risa maléfica que asustó aún más si cabía a Margarita.
-      ¿Qué por qué soy tan malo? Jajajaja, y ¡más que puedo llegar a ser! jajaja

                         Rufus le contó toda la historia a Margarita, quién quieta e inmóvil en la silla,  no paraba de llorar.
-        ¿Y qué quieres que haga yo? Yo no tengo la culpa de los errores que tú hayas cometido, déjame marchar ¡por favor!- Suplicó Margarita.
-        ¡Oh!, por supuesto que te dejaré marchar- dijo riéndose de ella-. Pero mañana tú vendrás conmigo y nos iremos muy lejos de aquí. Lo tengo todo preparado, sólo estaba esperando este maravilloso día jajaja.- volvió a reírse Rufus lleno de ira y alegría a la vez.
-        ¿Cómo que mañana, me iré contigo? Ni hablar, ¡en cuanto salga de aquí, toda la guardia real vendrá a buscarte y acabará contigo!

                         Rufus paró en seco de reírse, se la acercó a la cara y mirándola fijamente a los ojos la explico exactamente lo que tenía que hacer en cuanto saliese de su casa. De lo contrario y si hacía algún movimiento extraño juró matar a toda su familia e incluso a su hermana pequeña.
-  Esta noche, dejaré que veas a tus padres y a tu hermana por última vez. Asique aprovecha bien la oportunidad que te doy, porque de lo contrario… A cambio mañana tendrás que estar aquí a primera hora de la mañana.
Rufus la dijo que se pusiese una manta por encima y unas alpargatas sucias que encontrase por donde fuese para pasar desapercibida y que los guardianes la confundiesen con una campesina del pueblo.
                        
                         A Margarita no le quedó otra que aceptar lo que le había dicho Rufus y con toda la pena del mundo se dirigió hacia su palacio con lágrimas en los ojos.
                         Esa noche sin decir nada a nadie, metió en un saco todo lo que pudo de ropa y un vestido que la habían regalado sus padres para cuando fuese mayor y contrajera matrimonio con otro príncipe,  de color plateado y brillante, digno de una princesa.
                         A la mañana siguiente, temprano, besó a sus padres y a su hermana sin que se enterasen  y entró en el cuarto de la madrina para cerciorarse de que seguía durmiendo.
                         Al comprobar Margarita que no la seguía nadie, salió del palacio desconsolada, cubierta por una manta sucia y unas zapatillas rotas y llegó a casa de Rufus. 
-        ¿No habrás dicho nada a nadie, verdad? ¡De lo contrario sabes lo que puede pasar!
Margarita le miro con tristeza y le contestó que no.

Ese día empezaron su camino juntos, un camino muy, muy largo que a Margarita la separaría para siempre del calor de su hogar.

Se instalaron en una casa que había ido construyendo Rufus en lo más recóndito del bosque. La casa era de adobe y con el tejado de paja. Iba a esa casa 3 veces por semana puesto que tenía un huerto pequeño donde había sembrado distintas verduras, y un corral con animales como ovejas, gallinas, caballos, vacas… (claro está que todos esos animales les había robado del pueblo poco a poco) y tenía que cuidar de todo.

Cuando llegaron Rufus le ordenó a Margarita que se pusiese unas ropas raídas y sucias de su talla, y la obligó a que se manchase el pelo y la cara para que no pareciese una princesa. Margarita acataba todas las órdenes que le decía Rufus, siempre bajo la amenaza de que si no lo haría, su familia sería la que pagase las consecuencias.
Tenía que fregar, limpiar, ordeñar, coger los alimentos del huerto… Rufus convirtió a esa dulce princesa en una pobre campesina, sucia y trabajadora.

Por otro lado, todos en el pueblo se pusieron a buscar a Margarita por cielo y tierra, sus padres estaban desconsolados y para la madrina fue tal la decepción que tuvo con ella misma, que después de buscarla decidió abandonar ese reino en busca de otro lugar, puesto que no podía con la pena y la culpa que arrastraba.
La búsqueda duró días, semanas, meses… años y finalmente después de mucho buscar, dieron a Margarita por muerta.
Los reyes se sumieron en la más profunda tristeza, pero siguieron adelante por su otra hija Paulina y el pueblo sin dejar de olvidar a aquella dulce niña, volvieron a sus vidas.



Habían pasado ya muchos años y esa niña pequeña creció y se convirtió en toda una mujer muy bella, con su pelo rubio precioso y más morena de piel, pero con un tacto suave. Sabía cocinar, lavar, cuidar de los animales, recoger frutos del campo…
Seguía viviendo con Rufus en aquella cabaña alejada de su país. En más de una ocasión había intentado huir, pero le fue imposible, puesto que siempre se perdía y Rufus siempre la encontraba. Él lo tenía todo bien planeado, y como sabía que no podía escapar, Rufus la dejaba que se moviese por donde quisiera pero tenía que estar a sus horas de comer y de cenar en casa, si no el enfado era tan grande que la dejaba sin comer y encerrada en una habitación todo el día sin salir.

Un día Margarita se encontraba lavando la ropa en un pequeño riachuelo cuando a sus espaldas notó que algo estaba demasiado cerca de ella. Se giró y de repente, vio a un chico alto, esbelto, guapísimo y con los ojos de un color miel que hicieron que su corazón palpitara tan deprisa que apenas podía respirar.
-¡Hola!- dijo el caballero. -Mi nombre es Leo, soy el príncipe de Cambolia, y paseaba por aquí en busca de algo para cazar. ¡Qué suerte que te haya visto y no te haya lastimado!,
Margarita era incapaz de quitarle la vista de encima. Era la primera persona a la que veía después de muchos años y además era el príncipe más bello que jamás había soñado.
- ¿Está todo bien, pareces asustada?- le preguntó a Margarita.
- Si, si, ruego me disculpéis su alteza, estaba aquí tan concentrada que me asusté al oíros- acertó a contestar Margarita.
- Es muy raro ver a una muchacha  tan sola  y tan guapa como tú por estos parajes tan lejanos de todo el mundo,- afirmó el príncipe.- ¿cómo te llamas? Y ¿qué haces aquí tan lejos?- le preguntó con intriga, e interesándose por ella.
-Margarita, me llamo Margarita. Y bueno… pues yo… estoy aquí… yo… es que…- Margarita no sabía si contarle la verdad o mentirle para que el joven príncipe no corriese peligro, pues si se enteraba Rufus, de seguro se enfadaría y algo malo le haría.
Cuando Margarita se decidió a hablar, de pronto a lo lejos, oyó la voz de Rufus que preguntaba por ella. Margarita se asustó y echó a correr diciéndole al príncipe que huyera y que no la persiguiese que si no correría peligro.
El príncipe, no quería dejarla e insistía en acompañarla.
-     Pero, ¿por qué no me dejas ir contigo?, ¿qué es lo que ocurre?, ¿Quién te busca? ¡Déjame que te ayude! Preguntaba preocupado por ella el joven.
-     No, no, es muy peligroso, os hará daño, tenéis que iros o ¡correréis un gran peligro majestad!- le contestó muy preocupada Margarita.
-     Está bien, pero mañana volveré a venir, para verte y ayudarte en lo que pueda. – le dijo el príncipe.
-     E…ee….está bien, pero ahora marchaos, ¡marchaos antes de que sea tarde!- le respondió Margarita asustada y asombrada a la vez por el interés que mostraba el príncipe por ella.

         El príncipe marchó por el lado opuesto en el que corría Margarita y Margarita procurando serenarse para que Rufus no la notase tensa se puso otra vez a lavar la ropa haciendo como que no había pasado nada. En ese momento Rufus llegó junto a ella.
         -¿Por qué no me contestabas? ¡Es que no me oías o qué?- dijo enfurecido Rufus. ¿No estarás pensando en huir otra vez verdad?
         - Lo siento señor, no le he escuchado, estaba tan concentrada lavando la ropa que ni siquiera le he oído llegar.- acertó a decir Margarita. ¿Para qué me quiere, señor?
         -Tengo hambre, ¡quiero que me hagas la cena!- le gritó Rufus.

         Y Margarita terminó de lavar la ropa y se fue, acompañada por Rufus en todo momento  a casa.

         Llegó el día siguiente y Margarita apenas había pegado ojo en toda la noche, estaba deseando que el príncipe llegase para contarle todo lo que la había pasado con ese hombre tan malvado y que la sacase de allí en el menor tiempo posible. Pero a la vez estaba tan asustada, por que Rufus la pillase y la escondiese en otro sitio donde nadie jamás la encontrase, que eso la hacía dudar de acudir a su “cita” con el príncipe.

         Pero al final se decidió. Salió de casa y se dirigió al río. Antes buscó a Rufus y vio que estaba ocupado haciendo Dios sabe qué con unas cuerdas y unos alambres. Asique salió como todos los días de su casa sin levantar sospechas y llegó hasta el río.
         Para su sorpresa, allí estaba el príncipe custodiado por un ejército de 20 hombres de la guardia real, que habían venido en el caso de que les necesitasen.

-  Espero que no te asustes, pero ayer me preocupaste demasiado, y entendí que necesitarías ayuda, por eso he traído a mi guardia real. ¿me  quieres contar que te ocurre?
Margarita como sabía que apenas disponía de tiempo, sólo le conto al príncipe que había sido raptada hace muchos años por ese hombre que vivía con ella, que la obligaba a trabajar muy duro y que las veces le la había pillado cuando había tratado de huir, la había dejado encerrada en una habitación sin salir durante varios días y sólo la daba para comer agua y pan.
El príncipe, asombrado por toda la historia que le estaba contando Margarita, la abrazó con todas sus fuerzas y la subió a su caballo, y en compañía de su ejército se dirigieron todos a casa de Rufus para rendir cuentas.
Rufus apenas tuvo tiempo para huir. Le capturaron cuando se disponía a correr entre los matojos y el denso bosque. El príncipe le pidió explicaciones pero Rufus sólo acertaba a decir que se había cobrado su venganza y que por favor le dejasen suelto. Pero de nada le sirvió; el príncipe le apresó y le llevó directo a los calabozos de su palacio.


Margarita por fin había logrado ser libre después de tanto tiempo.
                Cuando llegó a palacio, el príncipe se la declaró explicándola que se había enamorado de ella en el primer instante que la había visto, y que le daba igual que fuese una campesina, que se casaría con ella si ella así lo deseaba. Margarita emocionada y sin poder decirle todavía que era también era una princesa, le abrazó y le besó diciéndole que a ella la había pasado lo mismo y que estaría eternamente agradecida por haberle salvado la vida.
En ese momento acordaron que en tres días se casarían, pues era tal el amor que sentían que no podían esperar más.
Aquella misma noche conoció al rey, a la reina, y a los hermanos de los príncipes, dos chicos mucho más pequeños que él. La familia del príncipe atendió y cuidó a Margarita con todo el cariño del mundo. La ofrecieron comida y una habitación.

Ya en la cena, junto a los Reyes había una mujer muy mayor, muy mayor sentada junto a ellos y mirándola con gran curiosidad. Margarita se sintió atraída por ella, no sabía por qué, pero esa mujer le resultaba familiar. El príncipe se dio cuenta del detalle y dijo:
-Margarita, te presento a la señora Camila, es mi madrina, y madrina de mis hermanos. Hace unos años la encontramos en el bosque, perdida y en muy malas condiciones. Lo único que hacía era llorar y llorar y echarse la culpa por algo que nunca nos contó, ¿verdad Camila?- le hizo con un gesto de cariño, poniéndola la mano en el hombro, y prosiguió.- Nos produjo tal ternura a mis padres y a mí, que decidimos hacerla un hueco entre nosotros como la madrina de mis hermanos, ya que ellos eran muy pequeños.

Margarita en ese momento soltó la cuchara que tenía en la mano y se quedó con la boca abierta. De sus ojos empezaron a salir lágrimas de alegría, se levantó y corrió hacia ella.
-      Señora Camila, ¿no me reconoce? Soy yo, ¡Margarita!
La madrina se quedó mirándola unos segundos a los ojos como intentando creer lo que estaba viendo.
-  Tú eres… tú eres… Dios mío, ¡Margarita!-  la abrazó y la besó y la volvió a abrazar y la volvió a besar.
         Los reyes y el príncipe no entendían nada, no sabían de qué se conocían y Margarita y la señora Camila les explicaron toda la historia. Les dijeron que Margarita era la princesa del reino que estaba más allá de las montañas y que ese hombre que la engañó para que se fuese con él, era el más malo de los enemigos de su padre, el Rey, y que tuvo que huir de su casa para que su familia no corriese peligro.
         Los reyes al conocer la nueva noticia, mandaron invitaciones anunciando la boda de su hijo, a todos los reinados que conocían y también al reinado de Margarita, donde se encontraban sus padres y su hermana.
        
         Él día de la boda, los padres de Margarita no sabían nada, puesto que no habían tenido la oportunidad de hablar y la princesa decidió darles una sorpresa.
         Ya iban sus padres y su hermana de camino a la iglesia cuando Margarita mandó a uno de los soldados que les trajesen al salón de palacio. Los padres y la hermana aguardaban en la puerta preguntándose por qué les habría citado la prometida del príncipe en ese lugar y que querría de ellos.
         De pronto, vieron entrar al otro lado del salón a la futura princesa, una chica guapa, rubia, con un pelo precioso, los ojos castaños y almendrados, y un vestido… Un vestido precioso, con un vuelo increíble y plateado y brillante como la luna. Los padres se quedaron mirándola, callados, sin decir nada, y con una expresión en sus rostros de asombro. A medida que se acercaba la princesa, el corazón les palpitaba más deprisa, y fue cuando ya se encontraban a dos pasos de ella, cuando la reina y el rey soltaron un grito de alegría y entre risas y lloros corrieron a abrazar a su hija que tantos años habían creído muerta.
          Paula, su hermana, se quedo quieta, con los ojos enrojecidos y llorosos  y al cabo de un rato, después de abrazar y besar a sus padres, Margarita se paró, la vio, la extendió los brazos y Paula corrió hacia ella fundiéndose en un abrazo de hermanas como jamás se ha visto.

         Antes de la boda se juntaron la familia de Margarita con la familia de su futuro yerno, y por supuesto la señora Camila. Todos se contaron su historia riendo de alegría y llorando de emoción, y una vez hablado todo, Margarita y Leo, se casaron y vivieron felices para siempre.

         Los padres y la hermana de Margarita se quedaron unos días para disfrutar de su hija, aunque luego volvieron a su reino.

         Margarita les va a visitar de vez en cuando con su marido el Príncipe de Cambolia y con su futuro heredero, el hijo de ambos, el pequeño Ricardo.

         Por otro lado, Rufus, se pudre en los calabozos de Palacio,  en una celda fría y oscura con tan sólo una rata como compañía.

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